Page 7 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
P. 7
¡Más de seiscientos millones de millas por hora! Sabía
que jamás lograría que mi cerebro dejara de cavilar ante la
sola idea de semejante cosa. Ni tampoco ante algunas de sus
consecuencias.
Tomemos por ejemplo lo que ellos denominan la
“compresión del tiempo”. Los muchachos sabían que,
aunque el tiempo parece “absoluto” en estos fantásticos
viajes, su duración es “relativa”. Yo lo ignoraba. No siendo
un matemático, no podía menos de considerarlo como una
especie de pensamiento mágico. John Adams me había
dicho (y yo se lo había hecho corroborar a Quinn) que la
“compresión” en este viaje, que duraría cerca de un año
para nosotros, era a razón de diez a uno. Yo les había
sonreído cortésmente y agradecido la información; pero mi
mente todavía vacilaba ante el pensamiento de que, si
tardábamos veinticuatro meses en ir al lejano planeta y
volver a la Tierra, comprobaríamos, al regresar, que en ésta
habían transcurrido veinte años. Así que, exceptuando a los
que en ese lapso habían muerto, los amigos y familiares más
jóvenes que dejamos partir, los encontraríamos más viejos
que nosotros.
Desde luego, que a mí nada me importaba. Nada me
había importado mucho desde la muerte de Carolina. Pero
al principio solía tener mis dudas respecto de esos
jovencitos que formaban la tripulación. Pese a su juventud,
7

