Page 308 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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pesar de ser tan temprano; me sentí ligero de
ánimo y fuerte de brazos.
Abrí las cortinas. Vi la Máquina Parlanchina
de Filby todavía iluminando el techo; creí oír
fragmentos de una música animada, como
una marcha, que sin duda tenía por fin
acelerar a los trabajadores dubitativos hacia
otro día de trabajo en favor del esfuerzo de la
guerra.
Bajé al comedor. Me encontraba a solas
exceptuando a Puttick, el sirviente soldado,
que me sirvió un desayuno compuesto de
tostadas, salchichas (rellenas de un
sustitutivo de carne sin identificar) y —
Puttick me dio a entender que era una
excepción digna de agradecer— un huevo
frito.
Cuando terminé, me fui, comiéndome el
último trozo de tostada, al cuarto de estar.
Allí encontré a Moses y Nebogipfel
inclinados sobre libros y una pila de papeles
que ocupaban el gran escritorio; tazas de té
frío cubrían la superficie de la mesa.
—¿Ni rastro de Filby?
—Todavía no —me dijo Moses. Mi yo más
joven iba en bata, no se había afeitado y tenía
el pelo revuelto.
Me senté en el escritorio.
—Moses, parece como si no hubieses
dormido.
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