Page 303 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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como un horno, un refrigerador, ventiladores
y radiadores.
Fui hasta la ventana del comedor y abrí la
gruesa cortina. La ventana tenía una doble
capa de vidrio, y estaba sellada por el borde
con goma y cuero —también había cierres
alrededor de las puertas—, y más allá, en
aquella tarde inglesa de junio, sólo se veía la
oscuridad de la Bóveda, sólo rota en la
distancia por el parpadeo de los rayos de luz
en el techo. Bajo la ventana encontré una
caja, disimulada por un diseño hecho con
incrustaciones, que contenía una serie de
máscaras antigás.
Con las cortinas cerradas y la iluminación
brillante era posible olvidar, por un
momento, la desolación del mundo exterior.
Había una sala de estar bien provista de
libros y periódicos; Nebogipfel los estudió,
sin saber claramente para qué servían. Había
también un armario grande con múltiples
rejillas. Moses lo abrió, para encontrarse con
un desconcertante paisaje de válvulas, cables
y conos de papel ennegrecido. El dispositivo
resultó llamarse fonógrafo. Era del tamaño y
forma de un reloj holandés, y delante tenía
indicadores barométricos eléctricos, un reloj
y calendario también eléctrico, y varios
recordatorios de citas; era capaz de recibir
con gran fidelidad voz e incluso música,
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