Page 606 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
P. 606
Me puse en pie, me encajé la camisa —me
había acostumbrado a dormir utilizándola
como almohada— y atravesé el quicio. La
respiración suave aumentó de volumen y —
superpuesta a ella, como el sonido de un
arroyo en la brisa— oí una voz líquida: ¡un
sonido casi humano, una voz que reconocí al
instante!
La puerta llevaba a otra cámara, de igual
tamaño y forma que la mía. Pero allí no
había falsas ventanas, ni torpes intentos de
decoración, ni arena en el suelo; en su lugar,
las paredes estaban desnudas, de un color
gris metálico apagado, y había varias
ventanas, cubiertas; y una puerta con
manilla. No había muebles, y en la
habitación dominaba un único artefacto
inmenso: era la máquina piramidal (o una
idéntica) que había visto por última vez
cuando comenzó a caminar sobre mi cuerpo.
Ya he dicho que tenía la altura de un hombre
y una base en proporción; la superficie
visible era metálica, pero de una estructura
cambiante y compleja. Si imaginan una
forma piramidal de seis pies de alto cubierta
por un montón difuso de hormigas
metálicas, entonces tendrán la esencia del
artefacto.
Pero aquella monstruosidad apenas me
llamó la atención; porque de pie ante ella, y
606

