Page 486 - Hijos del dios binario - David B Gil
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le recordó que su verdadero confinamiento estaba


           lejos de concluir.


                  No  habían  llegado  aún  a  la  planta  donde  se


           distribuían  los  despachos  y  gabinetes  cuando  se



           cruzaron  con  una  oleada  de  alumnos  que


           aprovechaban el breve cambio de clase para charlar


           o ir a los aseos. Nicholas se concentró en buscar a


           Eva, a alguno de sus compañeros de entrenamiento


           o, por qué no, a Eugene, por si tenía la oportunidad


           de  intercambiar  con  ellos  un  breve  saludo  con  la


           mirada.  Pero,  en  su  lugar,  con  quien  se  encontró



           fue con el pequeño August, su lugarteniente Reiner


           y  su  séquito  de  ratas,  que  interrumpieron  la


           conversación  para  observarle  desde  el  rincón


           donde  tomaban  el  sol  de  la  tarde.  La  mirada  de


           Nicholas  se  endureció,  como  cada  vez  que  debía


           posarla sobre alguno de aquellos indeseables, pero


           no fue correspondido con hostilidad: se limitaron a


           sonreír  a  su  paso,  como  si  compartieran  algún


           enfermizo secreto sobre él.



                  Volvió la vista y decidió apartarlos de la mente


           antes de continuar su particular camino de regreso


           a  la  normalidad,  que  vino  a  desembocar  en  una


           puerta de madera con una chapa dorada en la que


           se leía «Déborah Díaz. Directora».


                  —Pasa, te está esperando.




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