Page 506 - Hijos del dios binario - David B Gil
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favor.








                  Girard dejó el metro en Gran Vía y se encaminó



           hacia  su  apartamento  con  expresión  ausente.  Los


           cañones holográficos proyectaban publicidad sobre


           las  fachadas  de  los  teatros  y  la  calzada  palpitaba


           con los leds que regulaban el tráfico. Aquella orgía


           lumínica,  que  en  otro  tiempo  le  había  resultado


           fascinante,  se  había  tornado  para  él  en  ruido


           blanco,  en una sordina  incesante que  lo  inundaba



           todo y que él intentaba mantener por debajo de su


           umbral de percepción.


                  Abandonó  la  populosa  avenida  al  desviarse  a


           una  calle  de  atmósfera  más  sosegada:  atrás


           quedaba  el  murmullo  de  la  publicidad  y  de  las


           conversaciones  ajenas,  se  adentraba  ahora  en  un


           Madrid  de  calles  vacías  y  adoquines  húmedos,


           donde  la  única  luz  procedía  de  ventanas


           entreabiertas a la intimidad de otras personas. Una



           de aquellas ventanas era la suya, incrustada en un


           viejo  edificio  destartalado  que  era  el  precio  que


           debía pagar por vivir en pleno centro de la capital.


                  Deslizó el dedo en el orificio metálico instalado


           junto  a  la  cerradura  del  portal  y  esperó  con


           paciencia a que el viejo procesador identificara su




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