Page 507 - Hijos del dios binario - David B Gil
P. 507
huella. El cierre biométrico saltó franqueándole el
paso; dejó a un lado el ascensor con puerta de rejas
(que llevaba días renqueando con un sonido
extraño) y enfiló las escaleras con escaso ánimo.
Afortunadamente, vivía en el primer piso.
Abrió la puerta, colgó la chaqueta junto a la
entrada y, como tenía por costumbre después de
una jornada larga, se fue directamente a la nevera a
por una cerveza. La abrió allí mismo, frente a la fría
luz blanca que se deslizaba desde la puerta
entreabierta, demasiado difusa como para hacer
retroceder la oscuridad reconcentrada de su
pequeño apartamento. Tras un largo primer trago,
cerró el frigorífico con la rodilla y se dirigió al salón
para encender la luz.
—¡Joder!
La botella se estrelló contra el suelo.
—Bienvenido a casa, señor Girard —le saludó
en inglés el extraño que ocupaba su butacón, aquel
donde solía leer hasta que el sueño le vencía.
—¿Quién coño es usted? —le espetó Girard,
con voz evidentemente agitada.
El intruso, un hombre de complexión delgada y
pelo cano cortado a cepillo, se puso en pie y se
sacudió las mangas de su impecable traje negro. La
tranquila indiferencia con que se desenvolvía hacía
507

