Page 511 - Hijos del dios binario - David B Gil
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puedes impedir que me vaya.
—No, no puedo —dijo Daniel, rompiendo por
fin su voto de silencio—. Pero te quedarás conmigo
si quieres salir bien de esta.
No tenía ánimos para iniciar una discusión, así
que se limitó a contemplar los barrios que
rodeaban la capital marsellesa mientras el tráfico,
cada vez más denso, comenzaba a saturar las
alquitranadas arterias. Observó las arboledas
dispersas, que recordaban que en algún momento
aquello fue una región boscosa, y los carriles
elevados, tendidos contra el horizonte como
cableado eléctrico, desmembrando el cielo en una
escala de colores macilentos. Aquí y allá crecían
pequeñas casas con tejados a dos aguas,
desubicadas entre los ásperos bloques de hormigón
de los suburbios franceses.
Los grafiteros habían aprovechado el lienzo gris
que les ofrecía la anodina arquitectura para
plasmar sus fantasías en coloristas murales,
algunos tan ambiciosos como para cubrir fachadas
enteras. Alicia recordó el reportaje que preparó
años atrás sobre arte urbano para la sección de
Cultura de Progreso; comenzó afrontándolo con una
visión crítica, pero a medida que iba conociendo
más de aquel ambiente descubrió que, más allá del
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