Page 663 - Hijos del dios binario - David B Gil
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comenzaron a salpicar el cristal de la terraza;
primero un repiqueteo suave, pero pronto, con una
inmediatez inusitada, se tornó en un barrido
furioso que atronaba contra los ventanales. El
aguacero la devolvió a la realidad de aquella
noche.
Dubitativa, casi atemorizada por lo que estaba
pensando, volvió a leer la dirección. Sabía a ciencia
cierta que aquello era una mala idea, pero el
mundo se había construido sobre malas ideas.
Buscó la dirección en la Red. Se encontraba al
nordeste de la isla, sobre lo que el mapa señalaba
como los barrios flotantes de Singapur.
Se puso en pie, recogió el abrigo impermeable
junto a la entrada y se detuvo con los dedos en
torno al pomo de la puerta, titubeante. Volvió sobre
sus pasos, de nuevo hacia el escritorio, abrió el
cajón y extrajo la pistola. La sopesó con calma y
recordó las palabras de Clarice, su advertencia de
que lo más probable fuera que se hiciera daño a ella
misma. Finalmente la cargó y puso el seguro. No
volvió a dudar: salió de allí con paso firme,
dispuesta a batirse contra el aguacero.
No divisó ningún taxi libre bajo la pertinaz
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