Page 664 - Hijos del dios binario - David B Gil
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tormenta, así que optó por la única alternativa: la


           omnipresente red de Mass Rapid Transit, capaz de


           llevarla en menos de media hora a cualquier punto


           de la ciudad‐Estado.



                  Las  estaciones  se  sucedieron  hasta  que  el  tren


           emergió del subsuelo y se precipitó en la noche y la


           tormenta,  sobre  un  puente  elevado  muy  por


           encima  del  mar.  La  lluvia  acribilló  la  cápsula  de


           plexiglás,  envolviéndola  en  un  manto  de  agua


           deshilachado  por  la  velocidad.  Abajo,  olas  negras


           rompían  ferozmente  contra  los  pilares  de  la  isla



           artificial  a  la  que  se  aproximaban.  Fue  entonces


           cuando  Alicia  divisó  por  primera  vez  los  barrios


           flotantes  de  Singapur  y  comprendió  que  no  eran


           una  extensa  superficie  que  se  balanceaba


           gentilmente  sobre  el  mar,  como  había  dado  en


           imaginar,  sino  inmensas  moles  que  se  hundían


           profundamente en las aguas, hieráticas, desafiando


           a  los  elementos.  Mientras  el  tren  volaba  hacia  las


           luces  más  allá  del  aguacero,  contempló  la



           abrumadora densidad de aquel lugar, con edificios


           destartalados apiñados en todos sus niveles: desde


           los  que  se  hallaban  casi  a  ras  de  mar,  apenas  por


           encima  de  las  turbinas  que  transformaban  las


           mareas  en  electricidad,  hasta  las  más  altas  torres,


           que  se  alzaban  un  centenar  de  metros  sobre  las




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