Page 754 - Hijos del dios binario - David B Gil
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cristales se mezclaban con el agua sobre el asfalto y
crujían bajo sus pasos mientras se encaminaba
hacia el interior. En la mano izquierda sujetaba un
arma de otro tiempo, afilada y silenciosa;
desenvainó con la derecha y se dispuso a abrirse
paso entre el caos que acababa de sembrar.
Alicia se apoyó en la puerta para evitar que la
sacudida la tirara al suelo. Después permaneció
inmóvil en la oscuridad. A la explosión siguió un
breve silencio, el vacío previo a los gritos de dolor
y las llamadas de auxilio, y durante ese instante
una idea la apabulló, la certeza de que ya no podría
salir de allí con vida. El hecho de haber matado a
su anfitrión era su propia condena; aun así, lo
habría matado cien veces más con tal de saber a su
hija a salvo. Aferrándose a aquella idea, tiró de la
puerta con la esperanza de que estuviera abierta.
No lo estaba, así que retrocedió con cuidado hasta
encontrar la silla de metal atornillada al centro de
la habitación. Se sentó y permaneció frente a la
salida, a la espera de que alguien viniera en busca
del general Sek. Y mientras aguardaba, apretaba
con fuerza la pistola en su mano, como si temiera
que pudiera desvanecerse de un momento a otro.
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