Page 849 - Hijos del dios binario - David B Gil
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cruzó las manos a la espalda. Habían llegado al
distribuidor central del edificio. La luz matinal
penetraba en el recibidor desfragmentada por el
caleidoscopio de una cristalera. A su alrededor,
decenas de internos recorrían los pasillos en una
animada vorágine.
—Parecen… normales —observó Denga.
—Lo son, en realidad —dijo con una sonrisa el
director del centro—. Queremos que sean felices,
equilibrados emocionalmente. Hemos mantenido
parte del itinerario elaborado por el profesor Tomáï
Rada. Como le ha dicho el doctor Berenger, la gente
de Fenris sabía lo que hacía. Pero al mismo tiempo
estamos intentando generar un clima más acogedor
para ellos. No vestimos uniformes, por ejemplo,
pretendemos ser más cercanos.
—Supongo que eso no será un problema para
su posterior función —señaló Denga, dejando clara
sus prioridades—. No podemos desaprovechar tal
potencial.
—Los sujetos serán perfectamente
aprovechables —aseveró el psicólogo, que
observaba con mirada analítica a los niños que
pasaban a su alrededor.
—¿Y los chicos que encontró la señorita
Clarice?
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