Page 41 - EL CORAZON DE LA REVOLUCION
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Hasta que llegó el día en que Egipto quedó a oscuras,
el día en que el sol no salió. Amenofis III había muerto.
El ejército y los sacerdotes organizaron las funerarias.
Gobernantes y reyes vasallos de muchos países llegaron
para compartir el gran dolor del pueblo egipcio.
La reina llamó a su hermano para que fuera uno de
los diez hombres que oran por el alma del difunto. Jay no
aceptó, alegando: “No puedo ser hipócrita y orar por
alguien cuando no lo siento. Él me destruyó y peor aún,
destruyó lo hermoso que existía entre nosotros. Éramos
una familia y por él dejamos de serlo”.
Sin embargo el joven Amenofis siguió muy unido a
Jay. Muchas veces había sentido el rechazo de su propio
padre y se refugiaba en el cariño de su tío, quien siempre
guardaba un lugar en su corazón para él. Después de las
funerarias, empezó a visitarlo a diario. El joven encontraba
en él, la maestría, el consuelo y el apoyo que necesitaba
para seguir caminando como príncipe.
Luego de los cuarenta días de duelo, Amenofis IV es
coronado Faraón, con tan sólo dieciséis años de edad. La
reina gobierna como regente junto a su hijo, pero ella
siempre fue muy rechazada por los sacerdotes de Amón,
que dudaban de su fidelidad a los grandes templos.
Existían rumores de que tenía un ocultum en el Palacio
donde adoraba a un dios extranjero, que no era benefactor
para Egipto.
No creo que esto fuera verdad. Ella era muy correcta
y exigente consigo misma y con los demás. Se preocupaba
mucho por el momento en que su hijo cumpliera diecisiete
años y pudiera renunciar a su regencia o incluso llamar a
su hermano para regentear.
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