Page 39 - EL CORAZON DE LA REVOLUCION
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–Tú piensas como reina –la acusó–. Solamente en que
te sirvan y tu pueblo te importa una cebolla. Lo que te
interesa es estar bien, que no te falte nada, igual que todas
las reinas. Pensé que tú podrías ser distinta, pero me
equivoqué. Eres igual que todos los gobernantes… ¡Pobre
pueblo! Sólo les interesa tener ellos una buena vida y a los
demás que se los coman los cocodrilos… Y todavía lo
justifican diciendo que es para que purifiquen el Nilo.
Muchos templos, muchos dioses… hay más sacerdotes que
fieles, más holgazanes que lo único que hacen es estar con
ellos un momento y bendecirlos para que traigan más
ofrendas a los templos. Pero no son capaces de escuchar
los problemas de su vida ni de su muerte. Ajenos a sus
sufrimientos pero muy unidos a sus cosechas y a sus frutos.
Los ricos tienen las sillas más cómodas dentro del templo y
los pobres deben permanecer parados. Para qué pensar
en ellos si dan tan poco al templo. Cuando se casa un rico
tiene los lugares más privilegiados y mejor adornados, al
pobre lo casan sobre una alfombra de oveja…

    La reina Thie al escuchar a su hijo se enfurece con su
hermano y le prohíbe que siga saliendo con él. Pero su
castigo no era respetado por Amenofis. A escondidas
siempre buscaba a su tío y cuanto más querían separarlos
más unidos estaban. Pero esa unión hizo que el joven
tomara cada vez más una actitud de enfrentamiento con
la forma de gobernar de sus padres.

    Llegó el momento en que el Faraón ya no soportó
más los planteos de su hijo sobre la pobreza y las injusticias
que veía. Sabía que el principal culpable de las ideas que
el joven tenía, era su tío y también un Maestro muy
querido por el príncipe, llamado Jamish.

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