Page 38 - EL CORAZON DE LA REVOLUCION
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recibir ofrendas pero no ayudan al pueblo. No es justo
que el hombre rico tenga diez o más esposas y el pobre a
veces ninguna o apenas una si puede comprarle las
sandalias para que no ande descalza.

    Amenofis hablaba a su tío y él quedaba callado, sólo
movía la cabeza mostrando que estaba de acuerdo. El
joven sentía que dentro de ese silencio, lo apoyaba. Jay
sabía de todos esos problemas, pero él era solamente un
militar y no gobernaba Egipto.

    En cambio, cuando el príncipe se encontraba con su
padre y le hablaba de los problemas que había visto en
los paseos con su tío, el Faraón quedaba furioso.

    Un día le habló a la reina, advirtiéndole de lo que
pasaba con su hermano.

    –Mira el veneno que le está inculcando a nuestro hijo.
Parece que se empeña en que vea únicamente lo malo,
sin mirar lo bueno.

    Pero Thie, una gran defensora de su hijo y de su
hermano, lo justificaba.

    Jay nunca le hablaba al joven de los problemas, pero
sí se los hacía ver. Quería que él descubriera por sí mismo
las verdaderas dificultades de Egipto. Seguramente era
un cómplice de las ideas que se iban formando en el futuro
Faraón.

    Todas esas realidades que el príncipe iba guardando,
alimentaban un volcán dentro de él, hasta que un día ese
volcán hizo erupción, nada menos que con su madre.

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