Page 69 - 20 LABERINTO DE LA SOLEDAD--OCTAVIO PAZ
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gobierno, misiones confidenciales, tareas educativas, fundación de escuelas y bancos de refacción
                  agraria, etc. La diplomacia, el comercio exterior, la administración pública abrieron sus puertas a
                  una "inteligencia" que venía de la clase media. Pronto surgió un grupo numeroso de técnicos y ex-
                  pertos, gracias a las nuevas escuelas profesionales y a los viajes de estudio al extranjero. Su
                  participación en la gestión gubernamental ha hecho posible la continuidad de la obra iniciada por
                  los primeros revolucionarios. Ellos han defendido, en multitud de ocasiones, la herencia re-
                  volucionaria. Pero nada más difícil que su situación. Preocupados por no ceder sus posiciones —
                  desde las materiales hasta las ideológicas— han hecho del compromiso un arte y una forma de vida.
                  Su obra ha sido, en muchos aspectos, admirable; al mismo tiempo, han perdido independencia y su
                  crítica resulta diluida, a fuerza de prudencia o de maquiavelismo. La "inteligencia" mexicana, en su
                  conjunto, no ha podido o no ha sabido utilizar las armas propias del intelectual: la crítica, el exa-
                  men, el juicio. El resultado ha sido que el espíritu cortesano —producto natural, por lo visto, de
                  toda revolución que se transforma en gobierno— ha invadido casi toda la esfera de la actividad
                  pública. Además, como ocurre siempre con toda burocracia, se ha extendido la moral cerrada de
                  secta y el culto mágico al "secreto de Estado". No se discuten los asuntos públicos: se cuchichean.
                  No debe olvidarse, sin embargo, que en muchos casos la colaboración se ha pagado con verdaderos
                  sacrificios. El demonio de la eficacia —y no el de la ambición—, el deseo de servir y de cumplir
                  con una tarea colectiva, y hasta cierto sentido  ascético de la moral ciudadana, entendida como
                  negación del yo, muy propio del intelectual, ha llevado a algunos a la pérdida más dolorosa: la de la
                  obra personal. Este drama no se plantea siquiera para el intelectual europeo. Ahora bien, en Europa
                  y los Estados Unidos el intelectual ha sido desplazado del poder, vive en exilio y su influencia se
                  ejerce fuera del ámbito del Estado. Su misión principal es la crítica; en México, la acción política.
                  El mundo de la política es, por naturaleza, el de los valores relativos: el único valor absoluto es la
                  eficacia. La "inteligencia" mexicana no sólo ha servido al país: lo ha defendido. Ha sido honrada y
                  eficaz, pero ¿no ha dejado de ser "inteligencia", es decir, no ha renunciado a ser la conciencia crítica
                  de su pueblo?
                     Las oscilaciones de la Revolución, la presión internacional que no dejó de hacerse sentir apenas
                  se iniciaron las reformas sociales, la demagogia que pronto se convirtió en una enfermedad
                  permanente de nuestro sistema político, la corrupción de los dirigentes, que crecía a medida que era
                  más notoria la imposibilidad de realizarnos en formas democráticas a la manera liberal, produjeron
                  escepticismo en el pueblo y desconfianza entre los intelectuales. La "inteligencia" mexicana, unida
                  en una empresa común, también tiene sus heterodoxos y solitarios, sus críticos y sus doctrinarios.
                  Algunos han cesado de colaborar y han fundado  grupos y partidos de  oposición, como Manuel
                  Gómez Morín, ayer autor de las leyes hacendarías revolucionarias y hoy jefe de Acción Nacional, el
                  partido de la derecha. Otros, como Jesús Silva Herzog, han mostrado que la eficacia técnica no está
                  reñida con la independencia espiritual; su revista Cuadernos Americanos ha agrupado a todos los
                  escritores independientes de Hispanoamérica. Vicente Lombardo Toledano, Narciso Bassols y otros
                  se convirtieron al marxismo, única filosofía que les parecía conciliar las particularidades de la
                  historia de México con la universalidad de la Revolución. La obra de estos hombres debe juzgarse
                  sobre todo en el campo de la política social. Por desgracia, desde hace muchos años su actividad se
                  ha viciado por la docilidad con  que han seguido, aun en sus peores momentos, la línea política
                  estalinista.
                     Al mismo tiempo que una parte de la "inteligencia" se inclinaba hacia el marxismo —casi
                  siempre en su forma oficial y burocrática—, buscando así romper su soledad al insertarse en el
                  movimiento obrero mundial, otros hombres iniciaban una tarea de revisión y crítica. La Revolución
                  mexicana había descubierto el rostro de México. Samuel Ramos interroga esos rasgos, arranca
                  máscaras e inicia un examen de mexicano. Se dice que El perfil del hombre y la cultura en México,
                  primera tentativa seria por conocernos, padece diversas limitaciones: el mexicano que describen sus
                  páginas es un tipo aislado y los instrumentos de que el filósofo se vale para penetrar la realidad —la
                  teoría del resentimiento, más como ha sido expuesta por Adler que por Scheler— reducen acaso la




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