Page 104 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               William Shakespeare                    donde los libros son gratis

               FALSTAFF.- La rebelión estaba en su camino y él la encontró.
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- Silencio, lechuza, silencio.
               WORCESTER.- Plugo a Vuestra Majestad desviar de mí y de toda
               nuestra casa sus miradas benevolentes y sin embargo, debo
               recordároslo, milord, fuimos los primeros y más abnegados de
               vuestros amigos. Por vos, rompí mi vara de mando en tiempo de
               Ricardo; corrí día y noche para ir a vuestro encuentro y besaros la
               mano, cuando, por la posición y el crédito erais menos poderoso y
               afortunado que yo. Fuimos yo mismo, mi hermano y su hijo, que os
               volvimos a vuestro hogar, afrontando ardientemente los peligros del
               momento. Nos jurasteis entonces  o hicisteis ese juramento en
               Doncaster que no meditabais nada contra el Estado, que no
               reclamabais más que vuestros derechos, recién trasmitidos, a la
               herencia de Gante, el ducado de Lancaster; para eso os juramos
               nuestra ayuda. Pero en poco tiempo, la fortuna hizo llover
               liberalmente sus favores sobre vuestra cabeza y tal ola de prosperidad
               cayó sobre vos, que, con nuestro auxilio, con la ausencia del rey, con
               los abusos de una época corrompida, los sufrimientos que en
               apariencia habíais padecido y los vientos contrarios que retuvieron al
               rey tanto tiempo en su desgraciada guerra de Irlanda, que todos en
               Inglaterra le creyeron muerto, con todo ese enjambre de ventajas
               brillantes, tomasteis ocasión para haceros rogar a toda prisa, de asir el
               poder con vuestras manos. Olvidasteis el juramento que nos habíais
               hecho en Doncaster; elevado por nosotros, nos destruisteis el nido,
               como suele hacer el cuclillo ingrato con el gorrión. A tanta altura rayó
               vuestra altivez, nutrida por nosotros mismos, que hasta nuestro mismo
               afecto no osaba presentarse ante vos, por temor de ser devorado; nos
               vimos forzados, en busca de seguridad, de recurrir a la alada fuga,
               lejos de vuestra vista y organizar esta resistencia. En adelante, nos dan
               fuerzas las armas que vos mismos forjasteis contra vos, por vuestros
               inicuos procederes, vuestra actitud temible y la violación de toda la fe,



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