Page 186 - Los Humanoides - Jack Willianson
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se bajó—Mirando a la criatura, sacudió lentamente la
cabeza:
—¿No quieres marcharte, eh? —murmuró—. ¡Es
lástima! ¡Era una forma magnífica de morir! ¡Lleva esta
barra al sitio de donde la sacaste!
Sledge e Ironsmith, a su lado, sonrieron
comprensivamente.
—Bueno —exclamó el astrónomo, sintiendo que
odiaba a aquellos rostros amables y felices—. ¡Ya estoy
preparado! ¡Pueden llevarme!
Y sin poderse contener, estalló en sollozos,
mientras la niña volvía el detonador hasta su sitio.
Desde la vitrina, la criatura se volvió y vio cómo el
regulador se apoderaba del cerebro de Webb Claypool,
que, abandonando su expresión de dolor, se
reincorporó, irguiéndose pese a la pierna lastimada.
—¡No, oh, no! —exclamó la niña, horrorizada al
ver en el rostro del astrónomo la sonrisa benevolente
de los humanoides.
—¡A tu servicio, Aurora Hall! —la voz ya no era de
Claypool. Se había tornado en un sonido melodioso y
metálico, sin inflexiones—. No temas. Ningún daño
recibirás. Pero, necesitas ser curada.
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