Page 116 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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nosotros. Era una escena muy reconfortante y se


              estaba muy cómodo arrellanado en aquel sillón al


              calor  de  la  estufa,  con  el  respaldo  medio


              reclinado y tomando una infusión.




                     Casi  podía  imaginar  que  no  había  pasado  el


              tiempo,  que  Jasper  y  yo  estábamos  disfrutando


              de  una  larga  temporada  por  ahí  y  que  pronto


              volveríamos,  que  todo  volvería  a  mí,  que  no


              había  ocurrido  ninguna  catástrofe.  Que  no  lo



              habíamos  perdido  todo  salvo  la  vida.  Igual  que


              ayer en el huerto. A veces me cogía por sorpresa


              la idea de que aquello bastaba. De que la belleza


              sencilla  aún  era  apenas soportable  y si  vivía  de


              momento en momento, del huerto a la estufa y al


              acto sencillo de volar, podía alcanzar la paz.




                     Era  como  si  viviese  una  duplicidad,  y  esa


              duplicidad  era  la  virulenta  insistencia  de  la  vida


              con sus azules y sus verdes en contraste con la



              escala de grises de la muerte, y como si pudiese


              pasar  de  una  a  otra,  entrar  y  salir  de  ellas  con


              tanta facilidad como se pasa de la fría sombra del


              hangar al exterior. O no era yo quien se movía,


              sino que la sombra de una nube me ponía la piel


              de gallina en los brazos y luego pasaba.










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