Page 177 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Pesqué un quinto pez, más pequeño, lo limpié, le


              atravesé  las  agallas  con  una  varilla  y  lo  ensarté


              en el portapeces junto con los otros. Los dejé en


              el  trineo.  Me  froté  las  piernas  desnudas  para


              activar la circulación. El sol se había ocultado y el


              arroyo  relucía  con  la  caída  del  crepúsculo.  Me


              sentía… ¿cómo? Feliz. No pensábamos más que


              en  el  arroyo,  en  la  cena,  en  plantar  el



              campamento río arriba en una franja de arena a


              la que me gustaba ir. Me puse los pantalones, me


              senté en una roca y me calcé las botas. Jasper


              había  resucitado  con  el  pescado  y  me


              contemplaba  con  la  boca  abierta,  sonriendo


              porque sabía que ya no íbamos a andar mucho y


              que le caería otro pescado o dos, pero esta vez



              cocinados y salados.




                     Venga, vámonos.



                     Rodeamos un bosquecillo de sauces y alisos



              aún sin hojas y llegamos al sendero atravesando


              un grupo de abetos verdes y venerables con esa


              corteza  naranja  casi  calabaza  que  se  les  pone


              cuando  son  muy  viejos,  y  encontramos  el  hoyo


              donde encendíamos el fuego, separado del agua


              por unos metros de rocas, y la zona para dormir


              que  había  alisado  bajo  uno  de  aquellos  árboles






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