Page 240 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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es el buen debate retórico.




                     Suéltalo,  Hig,  es  lo  que  le  gustaba  decir  en


              última  instancia.  Suéltalo  de  una  vez  y  no  te


              andes con tantos miramientos. Aquí estamos solo


              tú  y  yo,  ¡ja,  ja,  ja!  No  hay  nadie  más  a  quien


              impresionar.




                     Pero  sabía  de  armas,  sabía  trucarlas  y


              mejorarlas,  y  también  construirlas  casi  desde


              cero,  con  una  tubería  y  cuatro  cubiertos  viejos.


              En el remolque que arrastraba con la camioneta


              la  tarde  de  su  llegada  al  aeropuerto  traía  una



              prensa taladradora muy pesada, un soldador, un


              generador,  afiladoras,  una  sierra  de  cinta.


              Cuando  le  decía  que  podía  aplicar  esas


              destrezas  —soldar,  templar—  a  toda  clase  de


              trabajos  de  metalistería  soltaba  aquella  risa  que


              sonaba como la gravilla.




                     No  me  interesa  nada  de  eso,  se  limitaba  a


              decir.




                     También  se  trajo  unos  cincuenta  pósteres,


              todos  de  chicas  en  bikini  o  sin  él  exhibiendo



              diversas armas de las casas de armamento ligero


              más  importantes,  de  la  Colt  a  la  Winchester


              pasando  por  la  Sig.  Los  había  pegado  a  los






                                                                                                           240
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