Page 239 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Me alargó una manita manchada de tierra y se


              la cogí y la apreté con suavidad y sonreí. La miré


              a los ojos castaños, sanguinolentos por la guerra


              que hacía estragos en su sistema inmunológico, y


              durante  un  buen  rato  me  quedé  aferrado  a  sus


              deditos,  como  si  fueran  una  cuerda  y  yo  me


              estuviera ahogando.




                     Las  judías  empezaban  a  brotar,  el  ricito  ya


              asomaba por la tierra revuelta. El agua corría por



              los surcos. Le dije a Bangley que me marchaba


              otra vez.




                     Estábamos  en  su taller, que era el  salón  de


              una mansión que quedaba al norte de mi hangar.


              Los dos lujosos ventanales de doble cristal daban


              al oeste, a las montañas que había más allá de la


              pista de aterrizaje. Era el taller de un armero, lisa


              y  llanamente.  Bangley  no  se  sentía  obligado  a


              justificarse  por  no  saber  nada  de  motores  ni  de



              madera ni de carpintería de ninguna clase ni de


              agricultura  (de  agricultura  sobre  todo)  ni  de


              jardinería ni de cocina (de cocina sobre todo) ni


              de idiomas ni de historia ni de matemáticas más


              allá de la aritmética ni de moda ni de peletería ni


              de juegos de naipes ni de costura ni, sobre todo,


              de retórica: el decoro, las costumbres de lo que






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