Page 357 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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sobre el cuenco y sin levantar la vista.




                     Sí que te duele, ¿verdad?




                     ¿Qué  es  doler?  Un  poquito  sí  que  me


              escuece. Es como si se te secaran las manos y


              se te agrietara la punta de un dedo.




                     Entonces le miré las manos con más atención.


              Se  pasaba  con  habilidad  las  vainas  de  unos


              dedos a otros, a veces llegaba hasta el medio o


              el anular, para repartir el dolor. Trabajaba deprisa


              y sin quejarse.




                     No mires, por favor, dijo.




                     Una vez me dijo de pasada que no esperaba


              vivir  más  allá  de  los  cincuenta  o  cincuenta  y


              cinco.  Por  el  daño  que  la  fiebre  causaba  a  los


              órganos. También me confesó que curiosamente


              aquí era más feliz que nunca. Pese a todo lo que



              había perdido. Más feliz siendo algo, lo que fuera,


              que esperando.




                     Perdí  la  cuenta  de  los  días.  Quizá  fueron


              cinco,  quizá  nueve.  El  tiempo  se  estiraba  como


              un acordeón que producía una música ruidosa y


              sincera.




                     El  tiempo  era  seco  y  cada  día  hacía  más





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