Page 355 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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cenizas  de  Tomas  en  el  lugar  al  que  íbamos


              todos los fines de semana que podíamos. Como


              yo trabajaba en la sanidad pública municipal tenía


              los  fines  de  semana  libres,  cosa  rara  para  un


              internista. No tenía que estar localizable salvo en


              las  emergencias  de  salud  pública,  que  no  eran


              muy frecuentes. Nos alojábamos en el pueblo, en


              una casita de madera blanca, y desde el porche



              teníamos una vista magnífica del Noonmark, una


              montañita del macizo de Adirondack que parece


              la  parodia  de  una  montaña,  picuda  como  el


              Matterhorn pero en miniatura. Una montañita con


              ínfulas. Muchos sábados nos levantábamos tarde


              y luego íbamos hasta la cima. Con paso rápido y


              alegre subíamos por el sendero de cornisa hasta



              arriba  del  todo,  hasta  una  roca  que  asomaba


              entre abetos enanos. Y por la tarde subíamos con


              dos  bicicletas  de  piñón  fijo  por  la  carretera


              asfaltada  hasta  una  poza  de  piedra  con  una


              pequeña cascada que resbalaba sobre las rocas


              y  donde  el  agua  estaba  siempre  helada  y  nos


              desnudábamos  y  nos  metíamos  de  un  salto.


              Cumplíamos                      con           aquel             ritual           mientras


              esperábamos a que empezara la vida de verdad,



              y ahora creo que tal vez la auténtica dicha solo es


              posible  en  el  limbo.  No  sé  por  qué.  ¿Será  por





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