Page 407 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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el otro.
Los cardenales de Cima se atenuaban y
desaparecían y le salían otros nuevos. Parecía
que no parábamos de hablar. Pero yo me sentía
muy cómodo en los silencios que nunca lo eran
del todo porque los llenaba el canto de los
pájaros, el reyezuelo y la alondra, el centelleo de
las barras alares de los chotacabras al atardecer.
Más tarde llegaban los chillidos de los
murciélagos, el rumor de las hojas, el susurro de
la corriente. Todo bastante bucólico, lo que
resultaba un poco extraño en aquella situación.
Me sentía cómodo trabajando con ella en el
huerto, limpiando las hortalizas en la sombra de
la mesa de tablones. Creedme: cuando todo
termina ya no vuelves a ser libre. Cuanto más
deliciosa resultaba esa tregua, más se resistía a
rendirse el animal cauteloso que vivía dentro de
mí. Cuanto más soñaba con Jasper y con
Melissa, más triste estaba. Extraño, ¿verdad?
Una vez, desvainando guisantes, nuestras manos
se tocaron encima del cuenco y ella dejó reposar
sus dedos sobre los míos. Solo un segundo.
Levanté la vista y sus ojos eran firmes, francos,
me recordaron a un estanque cristalino, negro de
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