Page 99 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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Sacaba el carrete Orvis que me había
regalado con la caña y que tenía siempre limpio y
engrasado a pesar del desastre casi total que era
el resto de mi vida. Metía la espiga del
portacarretes en la ranura de aluminio de la parte
superior del mango de corcho y apretaba la
tuerca. La tuerca envolvía la caña y el soporte del
carrete y tenía un grabado de rombos muy
marcado que facilitaba el agarre del pulgar y el
índice. Se enroscaba fácil y cerraba bien.
Todo esto, estos movimientos, esta
secuencia, el silencio, el ruido del agua sobre las
rocas, el borboteo del arroyo y las agujas de los
altos árboles susurrando al viento. Mientras
colocaba el sedal. Lo había vivido cientos, miles
de veces. Era un rito que no exigía pensar. Como
ponerse los calcetines. Solo que este ritual me
ponía en contacto con algo que parecía muy
puro. Quiero decir que durante toda mi vida
siempre había dado lo mejor de mí mismo al
pescar. Mi atención y mi esmero, mi disposición a
arriesgarme, y mi amor. La paciencia. Pasara lo
que pasara a mi alrededor. Empecé a pescar
cuando murió mi padre y quise pescar como
imaginaba que pescaría él. Lo que, pensándolo
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