Page 104 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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A Nueva Crobuzon no le convencía la gravedad.
Los aeróstatos flotaban de nube en nube como
babosas sobre repollos. Las cápsulas de la milicia
recorrían el corazón de la ciudad hasta sus límites, los
cables que las sostenían vibrando como cuerdas de
guitarra a cientos de metros de altitud. Los dracos se
abrían paso sobre la conurbación, dejando un rastro de
defecación y profanamiento. Las palomas compartían
los cielos con las chovas, los azores, los gorriones y los
periquitos fugados. Las hormigas voladoras y las
avispas, las abejas y las moscardas, las mariposas y los
mosquitos libraban una guerra aérea contra un millar
de predadores, aspis y dheri que iban a por ellos. Los
gólems ensamblados por estudiantes borrachos
aleteaban sin mente por el cielo, con torpes alones de
cuero, papel o corteza de fruta que se caían en pedazos
en su travesía. Incluso los trenes, que desplazaban
incontables hombres, mujeres y mercancías por la gran
carcasa de Nueva Crobuzon, bregaban para sostenerse
sobre las casas, como si temieran la putrefacción de la
arquitectura.
La ciudad se erigía inmensa hacia los cielos,
inspirada por las vastas montañas que se alzaban al
oeste. Purulentas losas cuadradas de diez, veinte,
treinta plantas horadaban el cielo. Estallaban como
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