Page 106 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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y mefítica bruma sobre las azoteas, el detritus de un

            millón  de  chimeneas  vagaba  a  la  deriva.  Los

            crematorios oreaban cenizas de voluntades quemadas


            por  verdugos  celosos,  mezcladas  con  el  polvo  del

            carbón  consumido  para  mantener  calientes  a  los

            amantes  moribundos.  Miles  de  sórdidos  espectros


            humeantes  se  abrazaban  a  Nueva  Crobuzon  con  un

            hedor que asfixiaba como la culpa.


                Las nubes se enroscaban en el malsano microclima

            de la ciudad. Parecía como si todo el tiempo de Nueva

            Crobuzon  lo  formara  un  inmenso  huracán  reptante


            centrado en el corazón de la urbe, en el colosal edificio

            mestizo que se alzaba en el núcleo de la zona comercial


            conocida  como  el  Cuervo,  coágulo  de  kilómetros  de

            línea  férrea  y  años  de  violaciones  arquitectónicas:  la

            estación de la calle Perdido.


                Era  un  castillo  industrial  cuajado  de  parapetos

            aleatorios.  La  torre  occidental  de  la  estación  era  la

            Espiga  de  la  milicia,  que  se  alzaba  sobre  las  demás


            torretas  y  las  empequeñecía,  y  que  se  encontraba

            solicitada  en  siete  direcciones  por  los  tensos  raíles

            aéreos. Pero, a pesar de su altura, la Espiga no era más


            que un anejo de la enorme estación.

                El arquitecto había sido encerrado, completamente


            loco, siete años después de terminada la estación de la

            calle Perdido. Se dijo que era un hereje que pretendía




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