Page 105 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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gruesos dedos, como puños, como el muñón de
miembros que se agitaban frenéticos sobre la marejada
de las casas inferiores. Las toneladas de hormigón que
conformaban la urbe cubrían la antigua geografía, los
oteros y las vaguadas, ondulaciones todas aún visibles.
Las casuchas hendían como un cono de
desmoronamiento las faldas de la Colina Vaudois, el
Tábano, la Colina de la Bandera y el Montículo de San
Jabber.
Los negros muros ahumados del Parlamento se
alzaban en la Isla Strack como los dientes de un tiburón
o la cola de una raya, como monstruosas armas
orgánicas desgarrando el firmamento. El edificio
estaba maniatado por tubos siniestros y vastos
remaches y palpitaba con las viejas calderas de sus
entrañas. Habitaciones empleadas con propósitos
inciertos surgían del cuerpo principal del coloso, sin
mucho respeto por los refuerzos o los arbotantes. En
algún lugar del interior, en la Cámara, lejos del alcance
del cielo, se pavoneaban Rudgutter y su hueste de
aburridos zánganos. El Parlamento era como una
montaña en el límite de la avalancha arquitectónica.
No era un reino más puro que vigilase vasto sobre la
ciudad. Las salidas de humo perforaban la membrana
entre la tierra y el aire y regurgitaban despechadas
toneladas de aire venenoso al mundo. En la caliginosa
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