Page 99 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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lengua.
Me he acostumbrado a cazar solo tras la puesta del sol,
cuando la ciudad se tranquiliza y se torna introspectiva.
Camino como un intruso en su sueño solipsista. Llegué en
tinieblas, y vivo en tinieblas. La salvaje brillantez del desierto
es como una leyenda que oyera hace mucho tiempo. Mi
existencia se hace nocturna. Mis creencias cambian.
Emerjo a las calles que culebrean como ríos oscuros a
través de los cavernosos acantilados de ladrillo. La luna y sus
pequeñas hijas resplandecientes brillan débiles. Un viento
frío rezuma como la melaza en una ladera, atorando la noche
urbana con residuos a la deriva. Comparto las calles con
trozos de papel sin norte y pequeños remolinos polvorientos,
con motas que pasan como ladrones erráticos bajo las puertas
y aleros.
Recuerdo los vientos del desierto: el Khamsin, que azota la
tierra como un fuego mudo; el Fóhn, que restalla desde las
calientes faldas montañosas como una emboscada; el artero
Simoom, que embauca a las dunas de cuero y alas puertas de
las bibliotecas.
Los vientos de esta ciudad son más melancólicos. Exploran
como almas perdidas, en busca de ventanas pulverulentas
iluminadas por gas. Somos hermanos, los vientos urbanos y
yo.
Vagamos juntos.
Hemos encontrado mendigos dormidos que se aferran
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