Page 242 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Salpicaduras. Los únicos visitantes del exterior eran los
trenes que, con regularidad, aparecían en la
incongruentemente bien mantenida estación del
Páramo, y las bandas de pistoleros enmascarados que
aparecían a veces por la noche para aterrorizar y
asesinar. Los niños de las calles de Salpicaduras eran
especialmente vulnerables a la feroz barbarie de los
escuadrones de la muerte.
Los moradores de la Perrera, e incluso los de Malado,
consideraban que Salpicaduras era indigno de ellos.
Simplemente no era parte de la ciudad, poco más que
un extraño poblacho que se había adosado a Nueva
Crobuzon sin pedir permiso. No había dinero ni
industria, legal o ilegal. Los crímenes en aquel lugar no
eran sino actos a pequeña escala de desesperación y
supervivencia.
Pero había algo más, algo que había llevado a Isaac a
visitar sus inhóspitas callejuelas. Durante los últimos
treinta años, Salpicaduras había sino un gueto para los
garuda de Nueva Crobuzon.
Lin contempló las gigantescas torres del Páramo del
Queche. Podía ver figuras diminutas que cabalgaban
las corrientes ascendentes creadas por las
construcciones revolteando sobre ellas. El taxi pasaba
bajo el tren elevado que surgía elegante de la torre de
la milicia que acechaba junto a los bloques.
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