Page 268 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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sangre y el icor. El Cancro producía suaves chapoteos,

            reclamando a sus víctimas. Pero había algo más que

            vida y muerte. Durante unos pocos días, unas pocas


            semanas,  musitó  Isaac,  el  cielo  de  Nueva  Crobuzon

            recuperaría el colorido.

                Lanzó un beatífico suspiro. Miró a su alrededor y se


            acercó deprisa a las pocas cajas con capullos, huevos y

            larvas, llevándolas a la ventana, conservando solo al


            ciempiés grande, moribundo, multicolor.

                Tomó puñados de huevos y los tiró a la calle, tras las

            formas en fuga. Después siguió con los ciempiés que se


            retorcían  y  sacudían  mientras  caían  sobre  el

            pavimento.  Sacudió  cajas  que  traqueteaban  con  las


            delicadas formas en pupa, vaciándolas por la ventana.

            Vertió  un  tanque  de  larvas  acuáticas.  Para  aquellas

            crías era una cruel liberación, unos breves segundos de


            libertad y aire fresco.

                Por  fin,  cuando  la  última  criatura  hubo

            desaparecido, Isaac cerró la ventana. Se giró y revisó el


            almacén.  Oía  un  leve  aleteo,  y  vio  algunas  figuras

            revoloteando alrededor de las lámparas. Un aspis, un

            puñado  de  polillas  o  mariposas,  y  una  pareja  de


            pequeños  pájaros.  Bueno,  pensó,  ya  encontrarán  el

            camino de salida, o no durarán mucho y podremos echarlos


            cuando mueran.

                Tirados por el suelo frente a la ventana había algunos




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