Page 354 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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cuerpos blandos, sin quitina.
También se les enseñó a adorar y servir a sus
hermanos sin mente.
Recordando aquellos tiempos, Lin ya no temblaba
por la revulsión. Sentada en aquellos recluidos parques
de Kinken, observó con cuidado cómo el pasado se
desplegaba en su mente, poco a poco, en un acto
gradual de reminiscencia que requería coraje. Recordó
cómo había llegado poco a poco a comprender que su
vida no era normal. En sus raras expediciones para
comprar, había visto con horror el desprecio
despreocupado con el que sus hermanas trataban a los
machos khepri, pateando y aplastando a aquellos
insectos sin mente de sesenta centímetros de longitud.
Recordó las conversaciones tentativas con las demás
niñas, que le enseñaron cómo vivían sus vecinas; su
miedo a usar el idioma que conocía de forma instintiva,
la lengua que portaba en la sangre, pero que su madre
le había enseñado a despreciar.
Recordó el regreso a una casa infestada de machos
khepri, el hedor de la verdura y la fruta podrida
sembrada para que los sementales la devoraran.
Recordó cómo le obligaban a lavar los innumerables
caparazones resplandecientes de sus hermanos, a
amontonar su estiércol frente al altar de la casa, a
dejarles recorrerla y explorar su cuerpo, dirigidos por
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