Page 351 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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sombra masiva del genocidio.

                Así  que  a  Lin  le  costaba  penetrar  los  secretos  de

            aquellos primeros veinte años del Ciclo de la Ciudad.


            Kinken  y  Ensenada  le  eran  presentados  como  fallas

            accomplis a ella, a su madre de nido, y a la generación

            anterior, y a la anterior a esa.


                En Ensenada no había Plaza de las Estatuas. Hacía

            cien  años  había  sido  un  suburbio  humano


            desvencijado,                 un         gallinero             de        arquitecturas

            encontradas,  y  los  gusanos  caseros  khepri  habían

            hecho poco más que recubrir aquellas casas en ruinas


            con cemento, petrificándolas eternamente en el punto

            del  colapso.  Las  moradoras  de  Ensenada  no  eran


            artistas  ni  dueñas  de  bares  de  frutas,  ni  jefas  de

            enjambre, ni ancianas de colmena ni tenderas. Tenían

            mala  fama  y  pasaban  hambre.  Trabajaban  en  las


            fábricas y las alcantarillas, se vendían a quien pudiera

            pagarlas. Las hermanas de Kinken las despreciaban.

                En  las  calles  decrépitas  de  Ensenada  florecían


            extrañas  y  peligrosas  ideas.  Pequeños  grupos  de

            radicales  se  reunían  en  lugares  secretos;  los  cultos

            mesiánicos prometían liberación para las elegidas.


                Muchas de las liberadas originales habían vuelto la

            espalda a sus dioses de Bered Kai Nev, que no habían


            protegido  a  sus  discípulas  de  la  Voracidad.  Pero  las

            generaciones  subsiguientes,  que  no  conocían  la




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