Page 357 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Todo  comenzó  estando  en  la  Plaza  de  las  Estatuas,

            comprendiendo  que  eran  empalagosas  y  mal

            ejecutadas, encarnadoras de una cultura ciega hacia sí


            misma. Comenzó a ver que Kinken estaba implicado en

            la  subyugación  tanto  de  Ensenada  como  de  las

            invisibles            desahuciadas                 de       Kinken;            vio        una


            «comunidad» como mínimo cruel e insensible, y como

            máximo  empeñada  en  fomentar  deliberadamente  la


            miseria de Ensenada para mantener su superioridad.

                Con sus sacerdotisas, sus orgías, sus industrias, su

            secreta dependencia de la economía general de Nueva


            Crobuzon                 (cuya           vastedad               solía          mostrarse

            públicamente  en  Kinken  como  algo  secundario),  Lin


            comprendió  que  vivía  en  un  reino  insostenible  que

            combinaba la santimonía, la decadencia, la inseguridad

            y el esnobismo en un extraño y neurótico brebaje. Era


            un parásito.

                Se dio cuenta, para su nauseabunda desgracia, que

            Kinken  era  más  deshonesto  que  Ensenada.  Pero


            aquella comprensión no trajo con ella nostalgia por su

            patética niñez. No regresaría a Ensenada. Y si le volvía

            la espalda al Kinken como antes lo había hecho con el


            Aspecto de Insecto, no habría otro sitio donde ir, salvo

            el exterior.


                De modo que aprendió las señales y se marchó.






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