Page 45 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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mugrientas ventanas, dejando el interior en penumbra.

            Las paredes no tenían más adornos que el polvo, ni el

            local  más  clientes  que  los  borrachos  empedernidos,


            figuras trémulas enroscadas alrededor de sus botellas.

            Algunos eran drogadictos, otros rehechos. También los

            había que combinaban las dos características: el Niño


            Moribundo no rechazaba a nadie. Un grupo de jóvenes

            demacrados se recostaba sobre una mesa, temblando al


            unísono,  colocados  con  shazbah,  mierda  onírica  o  té

            plus.  Una  mujer  sostenía  su  copa  con  una  garra

            metálica que escupía vapor y rezumaba aceite sobre el


            suelo. Un hombre en una esquina sorbía en silencio su

            cerveza, lamiéndose el hocico de zorro que era su cara.


                Isaac saludó al viejo junto a la puerta, Joshua, cuya

            reconstrucción había sido tan pequeña como cruel. Era

            un  desvalijador  frustrado  que  se  había  negado  a


            testificar  contra  su  banda;  el  magistrado  había

            ordenado que su silencio fuera permanente, por lo que

            le  habían  quitado  la  boca,  sellándola  con  carne


            inmaculada. Para no tener que comer purés absorbidos

            por la nariz, Joshua se había abierto otra vez la boca,

            pero  el  dolor  le  había  hecho  temblar  y  lo  que  tenía


            ahora era una herida tláccida, rasgada, inconclusa.

                Joshua devolvió el saludo con la cabeza y, con los


            dedos, cerró cuidadosamente la boca alrededor de una

            pajita por la que bebía su sidra.




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