Page 44 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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rebuscando en este tremedal descolorido en busca de

            tesoros, habían comenzado a hablar lenguas muertas

            hacía mucho, o habían encontrado langostas en su pelo,


            o  se  habían  difuminado  lentamente  hasta  volverse

            traslúcidos y desaparecer.

                Isaac se encaminó por una zona tranquila de la orilla


            y  llegó  hasta  el  enlosado  descompuesto  y  las  raíces

            tenaces  del  Paseo  Ocre.  Al  otro  lado  del  Cancro,  las


            Costillas  se  alzaban  cientos  de  metros  sobre  las

            techumbres del Barrio Oseo, como grandes colmillos.

            El río aceleraba un poco al girar hacia el sur. A menos


            de un kilómetro podía ver la Isla Strack, rompiendo el

            flujo en el encuentro con el Alquitrán y el viraje hacia


            el este. Las viejas piedras y las torres del Parlamento se

            alzaban inmensas sobre el mismo borde de la isla. No

            había pendientes graduales ni maleza urbana frente a


            las desafiladas capas de obsidiana, que surgían de las

            aguas como fuentes congeladas.

                Las  nubes  se  despejaban,  dejando  atrás  un  cielo


            límpido.  Isaac  pudo  ver  el  techo  rojo  de  su  taller

            alzándose sobre las casas contiguas; y, frente a él, el

            patio  de  su  local,  el  Niño  Moribundo,  anegado  de


            maleza. Las viejas mesas exteriores estaban coloreadas

            por los hongos. Nadie, por lo que Isaac podía recordar,


            se había sentado nunca en ellas.

                Entró. La luz parecía rendirse sin llegar a penetrar las




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