Page 43 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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aparente  normalidad,  había  tensión  en  la  zona,  una

            tirante expectación.

                Los tejones (familiares por tradición, y de los que se


            creía  que  disfrutaban  de  cierta  inmunidad  a  los

            armónicos  más  peligrosos  de  las  ciencias  secretas)

            correteaban con listas en los dientes y desaparecían sus


            cuerpos de pera por gateras especiales en las puertas

            de  los  locales.  Sobre  los  gruesos  escaparates  de  las


            tiendas había habitaciones. Los viejos almacenes en la

            ribera  habían  sido  remodelados,  y  en  los  templos  a

            deidades  menores  aguardaban  sótanos  ocultos.  En


            estos y en otros nichos arquitectónicos, los moradores

            de  la  Ciénaga  Brock  se  dedicaban  a  sus  negocios:


            médicos,  quimeros,  biofilósofos  y  teratólogos,

            químicos,  necroquímicos,  matemáticos,  karcistas,  y

            metalurgos,  y  chamanes  vodyanoi;  todos  aquellos,


            como  Isaac,  cuyas  investigaciones  no  encajaran

            claramente en las innumerables categorías teóricas.

                Extraños vapores flotaban sobre los tejados. Los ríos


            convergentes  a  ambos  lados  discurrían  densos,

            emanando humo allá donde las corrientes mezclaban

            productos  químicos  en  potentes  compuestos.  El


            residuo  de  experimentos  fallidos,  procedente  de

            fábricas, laboratorios y alambiques, se mezclaba al azar


            en elixires bastardos. En la Ciénaga Brock el agua tenía

            propiedades  imprevisibles.  Se  sabía  de  golfillos  que,




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