Page 42 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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                Frente  a  Isaac,  en  el  tren,  se  sentaban  una  niña

            pequeña  y  su  padre,  un  desarrapado  caballero  con


            bombín y chaqueta de segunda mano. Isaac hacía caras

            a la niña cada vez que esta se fijaba en él.

                El  padre  le  susurraba  algo  a  la  pequeña  y  la


            entretenía con trucos de magia. Le daba una piedrecita,

            y al escupir sobre ella la convertía en una rana. La niña


            chilló encantada ante aquella cosa resbaladiza y miró

            tímida a Isaac, que abrió los ojos y la boca fingiendo

            asombro  mientras  dejaba  su  asiento.  La  niña  aún  lo


            miraba cuando Isaac abrió la puerta del tren y salió a la

            estación Malicia. Bajó hasta la calle y serpenteó entre el


            tráfico de la Ciénaga Brock.

                Había  algunos  taxis  y  animales  en  las  estrechas  y

            laberínticas calles del Distrito Científico, la zona más


            antigua de la ciudad vieja. Había peatones de todas las

            razas, así como tahonas, lavanderías y salas gremiales:

            todos  los  servicios  necesarios  para  la  comunidad.


            Había bares, y tiendas, e incluso una torre de la milicia:

            una pequeña, achatada, en el punto de la Ciénaga en el

            que convergían el Cancro y el Alquitrán. Los carteles


            pegados en las paredes desmenuzadas anunciaban las

            mismas discotecas, advertían del mismo apocalipsis y


            exigían adhesión a los mismos partidos políticos que

            en  el  resto  de  la  ciudad.  Pero,  a  pesar  de  aquella




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