Page 474 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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                Aquella  misma  noche,  en  las  tétricas  horas  de

            oscuridad después de que una breve llovizna cubriera


            la ciudad de agua sucia, la puerta del almacén de Isaac

            se abrió. La calle estaba vacía. Eran minutos de calma.

            Los pájaros nocturnos y los murciélagos eran los únicos


            que se movían. La luz de gas parpadeaba trémula.

                El constructo rodó a trompicones y salió a la noche.


            Sus válvulas y pistones estaban envueltos en retales y

            jirones de manta, lo que acallaba el sonido distintivo de

            su paso. Se movía a gran velocidad, girando inexacto


            con  toda  la  premura  que  le  permitían  sus  cadenas

            avejentadas.


                Discurrió por las calles, pasando junto a borrachos

            dormidos,  inconscientes  por  el  alcohol.  Las  cetrinas

            lámparas  de  gas  se  reflejaban  misteriosas  en  su


            abollada piel metálica.

                El constructo se abría camino rápido, precario, bajo

            los raíles. Los cirros inconstantes ocultaban las naves


            aéreas al acecho, mientras la máquina se dirigía hacia

            abajo, siguiendo la línea del Alquitrán, que adoptaba la

            intrincada  forma  de  un  látigo  sobre  las  atemporales


            rocas bajo la ciudad.

                Y  horas  después  de  que  desapareciera  por  encima


            del Puente Diáfano al sur de la ciudad, cuando el cielo

            oscuro  comenzaba  a  mancharse  de  amanecer,  el




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