Page 90 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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Yagharek asintió. Su rostro predador era anguloso,

            duro.  Las  emociones  eran  invisibles.  Había  que

            descodificar sus palabras. No era su expresión, ni sus


            ojos, ni su porte (antaño orgulloso e imperioso), ni su

            voz lo que permitían a Isaac percibir su desespero. Eran

            sus palabras.


                —  Sé  un  diletante,  un  estafador,  un  canalla...

            mientras me devuelvas los cielos, Grimnebulin.


                Yagharek se detuvo para recoger su feo disfraz de

            madera.  Se  lo  abrochó  con  evidente  vergüenza,

            vencido por la indignidad del acto. Isaac lo contempló


            mientras se vestía con la enorme capa y empezaba a

            bajar las escaleras.


                Isaac  se  apoyó  pensativo  sobre  la  barandilla  y

            observó el espacio polvoriento. El garuda pasó junto al

            inmóvil constructo, junto a las pilas de papeles, sillas y


            pizarras.  Los  rayos  de  luz  que  se  infiltraran  por  los

            agujeros             horadados                por         el      tiempo             habían

            desaparecido. El sol estaba bajo, oculto tras los edificios


            frente  al  almacén,  bloqueado  por  las  hileras  de

            ladrillos,  deslizándose  sobre  la  vieja  ciudad,

            iluminando  las  laderas  ocultas  de  las  montañas  del


            Zapato  Danzante,  la  Cima  Vertebral  y  los

            despeñaderos del Paso del Penitente, convirtiendo el


            paisaje quebrado en siluetas que acechaban kilómetros

            al oeste de Nueva Crobuzon.




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