Page 95 - La Estacion De La Calle Perdido - China Mieville
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—No, no... —Isaac contemplaba pensativo la base
del ala. Abrió y cerró con cuidado el fuerte apéndice
con las manos. Bajo la piel de un rojo vivido, ósea,
moteada y rígida como el cuero, pudo sentir los
músculos especializados del vuelo recorriendo la carne
de las alas. Se movían con magnífica economía. Trazó
un círculo completo con el ala, sintiendo los músculos
tensarse en un movimiento de cucharón que servía
para sacar el aire de debajo del draco. Teparadós rió
entre dientes.
— ¡Capitán cosquillas! ¡Diablo burlón! —gritó.
Isaac se acercó a coger unas hojas, obligándose a no
arrastrar a Teparadós con él. Estaba visualizando de
forma matemática el ala de la criatura como simples
planos compuestos.
—Teparadós, ¿sabes qué te digo? Cuando vuelvas, te
daré otro shekel si me dejas tirarte unos cuantos
heliotipos y hacer un par de experimentos. Solo será
una media hora. ¿Qué me dices?
— ¡Estupendo, capitán!
El draco saltó al alféizar, y de ahí a la penumbra.
Isaac entrecerró los ojos, estudiando el movimiento
giratorio de las alas, observando aquellos fuertes
músculos reservados a los voladores, que enviaban
más de cuarenta kilos de carne y hueso retorcidos por
los aires.
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