Page 1003 - Kraken - China Mieville
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—Tú —le dijo a Saira—, gallina, baja ahí abajo


             y  cógele  la  mano  al  otro  gallina.  Tú  —le  dijo  a



             Billy—, métete ahí dentro y dime lo que hay.



                    Dentro  hacía  una  temperatura  heladora.  El



             hedor era indescriptible, pescado y podredumbre.




                    Se encontraban en el cuarto de baño típico de


             una  casa  londinense:  bañera  achaparrada  con


             ducha, lavabo y retrete, un armario pequeño. Las


             superficies eran de baldosas blancas, bajo algunas


             capas de sedimentos verdes, de vegetación verde,


             esponjas  y  anémonas  reducidas  a  bultos  por  el


             súbito  contacto  con  el  aire.  El  suelo  estaba



             sumergido  algunos  milímetros  bajo  una  capa  de


             agua llena de organismos, algunos de los cuales


             seguían vagamente vivos. Junto a la puerta había


             una mola a medio hacer (un ser enorme, ridículo),


             muerta  y  triste.  La  bañera  rebosaba  de  peces


             despavoridos.  Algo  chapoteaba  en  la  taza  del


             váter.  Los  infiltrados  se  llevaron  las  manos  a  la


             cara.




                    Fuera, en el pasillo, los muebles estaban medio


             caídos y retorcidos junto a los restos de los cuerpos


             de la piscina. Los vivos colores de los habitantes



             pelágicos, las apagadas y transparentes rarezas de


             las  profundidades  marinas,  en  montones  de




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