Page 678 - Kraken - China Mieville
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el teléfono con toda la fuerza que pudo, que ahora


             era  mucha,  hacia  la  oscuridad  que  reinaba  por



             encima de los tejados. No lo oyó aterrizar. Por fin,


             mientras se sentaba en el escalón de la casa, oyó un


             ruido de agua en las cañerías que discurrían bajo


             sus pies. Empujaron otra botella por la ranura del


             correo.




                    El mar le dijo dónde estaban los nazis del caos.


             Decía que ahí era donde su ayuda terminaba. Que


             no  intervendría,  no  podía  tomar  partido.  Se


             acercaba ya la hora en que rayaba el día. Billy se



             inclinó hacia delante sobre sus rodillas y apoyó la


             frente contra la puerta.




                    —Ahora  escucha  —dijo—.  Escucha  un


             momento. No puedes entrar ahí, ¿verdad, Wati? —


             dijo Billy.




                    —No hay figuras en esa casa.




                    —Escucha, mar —dijo Billy—. Mira aquí, mar.




                    Sonrió cansado.




                    —Esas  son  las  cosas  que  nos  han  ayudado  a


             llegar  donde  estamos ahora, que la  gente quiere


             seguir siendo neutral.




                    Sintió  cierta  concesión.  Sintió  como  si


             recordara todo esto. Como si hubiera estado en el

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