Page 7 - El Ladrón Cuántico- Hannu Rajaniemi
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Es imposible acostumbrarse a la sensación del metal


           caliente  penetrando  en  el  cráneo  y  saliendo  por  la


           nuca.  La  simulación  contempla  hasta  el  mínimo


           detalle.  Un  tren  abrasador  que  atraviesa  la  frente,


           cálidas salpicaduras de sangre y sesos en los hombros


           y  la  espalda,  un  súbito  escalofrío  y,  por  último,  la


           oscuridad, cuando todo se detiene. Los arcontes de la


           Prisión  de  los  Dilemas  quieren  que  lo  sientas.  Es


           instructivo.



           La  razón  de  ser  de  la  prisión  es  la  educación.  Y  la


           teoría  de  juegos:  las  matemáticas  de  la  adopción


           racional de decisiones. Cuando uno posee una mente


           inmortal, como los arcontes, dispone de tiempo para


           obsesionarse  con  este  tipo  de  cosas.  Sólo  a  la


           Sobornost, el colectivo de transferencia que gobierna


           el sistema solar interior, se le ocurriría encomendarles


           la gestión de sus instituciones penitenciarias.



           Repetimos  el  mismo  juego  una  y  otra  vez,  en


           diferentes modalidades. Un juego arquetípico al que


           los economistas y los matemáticos veneran. A veces


           se  trata  de  ver  quién  los  tiene  mejor  puestos:


           conducimos  sendos  bólidos  por  una  autopista


           interminable,  embistiéndonos  a  gran  velocidad,


           obligados  a  decidir  quién  girará  el  volante  en  el


           último momento. A veces somos soldados atrapados


           en  una  guerra  de  trincheras,  enfrentados  a  ambos









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