Page 243 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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treinta años. Alguna vez tendrán que detenerse. Y
entonces volverán a perderlo. Y eso si alguna vez
les presta atención.
—¡Hitchcock! —gritó con todas sus fuerzas,
frenéticamente, como si él mismo estuviese
cayendo en un abismo—. ¡Soy yo! ¡Soy tu amigo
Clemens! ¡Óyeme!
Clemens se volvió y salió del cuarto silencioso.
Doce horas más tarde se oyó otra campana de
alarma. Cuando los hombres dejaron de correr, el
capitán explicó:
—Hitchcock se quedó solo unos minutos. Se metió
en una escafandra. Abrió una compuerta y se lanzó
al espacio… solo.
Clemens echó una mirada a través de los vidrios.
Vio una mancha de estrellas y una distante
oscuridad.
—¿Está afuera ahora?
—Sí. Detrás de nosotros. A un millón de kilómetros.
Jamás lo encontraremos. Supe que estaba afuera
cuando oí su radio en nuestro cuarto de control. Se
hablaba a sí mismo.
—¿Qué decía?
—Algo así como: «Ya no existe el cohete. Nunca
existió. Ni la gente. No hay nadie en todo el
universo. Nunca hubo nadie. Ni planetas. Ni
estrellas.» Eso decía. Y luego algo acerca de sus pies
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