Page 239 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—No puedo. Tantos abismos, tantos espacios… Así


           que empecé a pensar en las estrellas. Pensé que me


           gustaría estar a bordo de un cohete, en el espacio,

           en la nada, internándome en la nada (con sólo algo


           muy  delgado,  una  delgada  cáscara  metálica  para


           sostenerme), y alejándome de todas las cosas, los


           abismos que impiden demostrar la realidad de las


           cosas. Supe entonces que la única felicidad posible,

           para  mí,  era  el  espacio.  Cuando  lleguemos  a


           Aldebarán  II  firmaré  un  contrato  por  otros  cinco


           años —el viaje de vuelta a la Tierra— y luego me

           embarcaré otra vez, y así seguiré por el resto de mis


           días,  yendo  y  viniendo,  como  el  volante  de  una


           máquina.



           —¿Hablaste de esto con el psiquiatra?



           —¿Para  que  trate  de  tapar  todos  los  abismos  y


           llenar  las  grietas  con  ruidos  y  agua  caliente  y

           palabras  y  caricias  y  todo  eso?  No,  gracias.  —


           Hitchcock se detuvo—. Estoy empeorando, ¿no es


           cierto?  Me  parece  que  sí.  Esta  mañana,  al

           despertarme,  pensé:  «¿Estoy  empeorando?  ¿O


           estoy mejorándome?».



           Calló otra vez y miró de frente a Clemens.



           —¿Estás  ahí?  ¿Estás  realmente  ahí?  Vamos,


           pruébalo.



           Clemens le golpeó un brazo, con fuerza.



           —Sí  —dijo  Hitchcock,  frotándose  el  brazo,

           mirándoselo  con  atención  y  asombro—.  Estabas




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