Page 36 - El Horror De Dunwich - H P Lovecraft
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Los pocos visitantes de la casa encontraban con
frecuencia a Lavinia sola en la planta baja mientras
extraños gritos y pisadas resonaban en la segunda
planta clausurada con tablas. Ella nunca contaba
qué hacían su padre y el muchacho allá arriba,
aunque cierta vez se puso pálida y mostró un miedo
anormal cuando un vendedor de pescado, un
bromista, trató de abrir la puerta que daba a la
escalera. El buhonero contó a los parroquianos del
único almacén de Dunwich que creyó escuchar a un
caballo coceando en el piso superior. Los clientes
reflexionaron, pensando en la puerta y la rampa, y
en el ganado que desaparecía con tanta rapidez.
Después se estremecieron al recordar las historias
sobre la juventud del viejo Whateley, y las extrañas
cosas que se dice que salen de la tierra cuando, en
la época apropiada, se sacrifica un ternero a ciertos
dioses impíos. Desde hacía tiempo se había
advertido que los perros habían empezado a odiar
y a temer toda la finca de los Whateley, con la
misma violencia con que odiaban y temían al joven
Wilbur en persona.
En 1917 llegó la guerra y al juez de paz Sawyer
Whateley, presidente de la junta de reclutamiento
local, le costó mucho encontrar un contingente de
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