Page 157 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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verde  con  la  edad,  indicaban  las  excursiones


              previas de su dueño en zonas del comportamiento


              oficialmente  desaconsejadas.  Había  una  ventana


              en una pared, traicionando una entrada de aire no


              mayor que una tumba, a cuyo pie crecía un arce.


              Además de  eso, la habitación estaba  repleta  con


              tantos  objetos  pequeños,  numerosos,  marrones,


              arrugados y de aspecto orgánico que los ojos de


              Hackworth  pronto  perdieron  la  habilidad  de


              distinguir  uno  de  otro.  Había  también  algunos


              ejemplos  de  caligrafía  colgados  aquí  y  allá,


              posiblemente  fragmentos  de  poesía.  Hackworth


              había  intentado  aprender  algunos  caracteres


              chinos  y  familiarizarse  con  algunos  aspectos


              básicos de su sistema intelectual, pero en general,


              le  gustaba  la  trascendencia  a  plena  vista  donde


              podía verla —digamos, en una hermosa vidriera


              decorada— no entremezclada en la estructura de


              la vida como los hilos de oro en un brocado.





                 Todos en la habitación supieron cuándo terminó


              la bomba mecánica. Había alcanzado la presión de


              vapor de su propio aceite. El asistente  cerró  una


              válvula que la aislaba del resto del sistema, y luego


              cambió a las nanobombas, que no hacían ningún


              ruido.  Eran  turbinas,  como  la  de  un  motor  a


              reacción,  pero  muy  pequeñas  y  numerosas.


              Mirando con ojo crítico las instalaciones de vacío


                                                                                                          157
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