Page 169 - La Era Del Diamante - Neal Stephenson
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Podía haber tomado un autorickshaw, que era el
único vehículo aparte de una bicicleta o un
monopatín lo bastante estrecho para recorrer
aquellas viejas calles. Pero no sabía qué vigilancia
podía haber en un taxi de Shanghai. La salida de
un caballero de Nueva Atlantis del Circo de Pulgas
de madrugada sólo podía estimular la imaginación
de los gendarmes, que habían intimidado a los
elementos criminales hasta tal grado que ahora se
sentían incómodos y buscaban formas de di‐
versificarse. Los sabios, los videntes y los físicos
podrían especular, si la había, sobre qué relación
unía el increíble rango de actividades del
Departamento de Policía de Shanghai y el
cumplimiento de la ley.
Deplorable, pero Hackworth lo agradecía
mientras recorría las calles del asentamiento
francés. Un grupo de figuras atravesaba la in‐
tersección que se encontraba unas calles más allá,
con la luz sangrante de un mediatrón reflejándose
en sus ropas de Nanobar, el tipo de atuendo que
sólo un criminal callejero querría llevar.
Hackworth se confortó diciéndose que debía de ser
una de las bandas de los Territorios Cedidos que
habían atravesado la Altavía. No era posible que
fuesen tan impetuosos como para atacar a un
caballero en la calle, no en Shanghai. Aun así
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